En general, la vida útil del colchón está alrededor de los 10 años por lo que, si tu colchón supera esta edad, deberías plantearte renovarlo. Incluso si tiene menos años, pero notas que ya no descansas igual de bien, deberías plantearte el cambio.
Aunque el deterioro no sea evidente, los materiales del colchón envejecen con los años, perdiendo sus propiedades.
La higiene es otro punto importante: aunque hagas un buen mantenimiento y lo airees de forma regular, seguramente has pasado varias horas enfermo en la cama y has sudado muchas veces. Todo esto hace que se vaya acumulando humedad y suciedad en el colchón y proliferen los gérmenes y los ácaros, aumentando la posibilidad de sufrir alergias.
Y, no nos engañemos, nosotros también cambiamos con la edad, por lo que un colchón que en su momento podía ser adecuado ya no tiene por qué ser la mejor opción.
Aquí te dejo algunos trucos para mantener en el mejor estado posible tu colchón y, por ende, la calidad de tu sueño:
Sin duda. Las características de una persona cambian con los años y tu colchón debe adaptarse a cada momento de tu vida.
En general las personas jóvenes necesitan colchones más firmes y, conforme pasan los años, los expertos recomiendan que se reduzca la dureza del colchón para ayudar a tus articulaciones y huesos.
Por eso, para las personas mayores la mejor opción suele ser un colchón de viscoelática.
Sí, pero ten en cuenta que, por motivos de higiene, los productos de descanso desembalados pueden no ser susceptibles de devolución, salvo previa comprobación por parte del proveedor, de defectos de fabricación o transporte.
Se recomienda no tirar el embalaje ni los plásticos que cubren el colchón, al menos por los primeros días.
La almohada es el elemento más personal del equipo de descanso. Cada vez se le concede más importancia y la relación con la almohada es tan particular que incluso hay personas que se llevan la suya de viaje.
En el caso de las almohadas, a diferencia de lo que ocurre con los colchones, no hay una recomendación estándar. El desgaste de la almohada es mucho más evidente por lo que el consumidor puede valorar la necesidad de cambio sin dificultad.
La postura que adoptamos al dormir es el elemento más relevante (si dormimos boca arriba, boca abajo, o de costado). Hay almohadas de diferentes materiales y tecnologías, pero lo que se valora fundamentalmente es la firmeza (blanda, media o dura) o altura (alta, media o baja). Por ejemplo, una persona que duerma de lado, mantiene una distancia entre la cabeza y el colchón mayor que otra que duerma boca arriba por lo que necesitará una almohada más alta y firme para descansar correctamente.
En definitiva, la almohada correcta es aquella que mejor mantiene la posición natural de la columna.
Hay grandes diferencias entre las distintas tecnologías y materiales. Las más evidentes son aquellas que se refieren a la percepción del usuario: altura, firmeza, adaptación al cuerpo, etc.
No. Cada persona debe elegirla en función de sus necesidades. No sólo en cuanto a firmeza y altura sino atendiendo además a otras circunstancias. Por ejemplo, hay almohadas que tienen prestaciones especiales que comportan beneficios adicionales relacionados con la higiene.
A grandes rasgos, se pueden distinguir entre bases rígidas y bases articuladas; con lecho rígido o elástico y con espacios auxiliares (arcones de almacenamiento) o sin ellos. Al igual que ocurre con el resto del equipo de descanso, no existen criterios unitarios para elegir una base, cada persona debe buscar la que más se ajuste a sus necesidades concretas. Por ejemplo, en el caso de las bases articuladas, hay diferentes grados de sofisticación lo cual es importante para aquellas personas que tienen patologías en las que está indicado dormir con alguna parte del cuerpo en una posición más elevada.
Que no todas las bases son adecuadas para todos los colchones, por lo que es necesario que, una vez elegido el colchón, lo probemos con diferentes bases para encontrar la que mejor se adapta a nuestras necesidades. Una base puede aumentar o disminuir la sensación de firmeza o elasticidad de un colchón.